Cristina y el Cervantes
El 22 de abril, la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi recibió el premio Cervantes, el premio más importante de la literatura de la lengua española. En Uruguay, aquella tierra que tuvo que abandonar en 1972 debido a la persecución política del terrorismo de estado, la noticia causó gran alegría para muchos, gran sorpresa para otros, y casi nada para el Ministerio de Educación y Cultura.

En el Senado de la República, tomé unos minutos para reflexionar sobre las deudas con Cristina, sobre su obra, sobre como celebramos éxitos porque pensamos que nos incluyen y como rehuimos responsabilidades humanas echándole la culpa a la burocracia.
Se fue el médico, y apareció el Cervantes, parece que dijo Cristina cuando le anunciaron que era la ganadora del premio de literatura más importante de la lengua española.
Hace par de años, la llamada la había recibido Ida Vitale, y en 1980, Onetti.
En 1967 había entrado a la escena literaria fundando la revista Latitud del Sur junto a Enrique Fierro y Alberto Mendiza, que conoció un sólo número.
Ya en el año siguiente ganó el Premio de los Jóvenes Arca, y en 1969, el año de Woodstock, ganó el premio novela biblioteca de marcha por su obra “El libro de mis primos”, que fue luego el motivo de su larga relación de amistad con Julio Cortázar, pero eso es para otra sesión más larga.
Cristina venía de haber publicado “Viviendo” en 1963.
Trabajó como docente, escribió en El Popular y en Marcha, y siempre fue una militante de izquierda convencida… tan convencida estaba Cristina de lo que vivía en esos años de fines de los ‘60, que como una pitonisa escribió “La rebelión de los niños”. Ella lo explica:
“Cuando lo escribí, en Uruguay en 1971, todavía no se había producido ningún secuestro de niños. Fue una premonición. Imagine que los militares iban a secuestrar a mucha gente, entre esa ente habría mujeres embarazadas y que las matarían, después de parir, pero que entregarían a los niños a ‘buenas familias’ para que los adoptaran. Me horroricé y escribí ese relato que es uno de los más terribles que he escrito en mi vida. Cuando la realidad confirmó mi sospecha, me sentí muy mal, me sentí culpable de haber imaginado el horror. Pero recordé que Kafka había escrito que la literatura, a veces es un reloj que adelanta”.
Cristina se fue de Montevideo en 1972, huyendo de ese horror que predijo. Se fue en barco a las 10 de la mañana del 4 de Octubre de 1972, más precisamente.
De su obra ella dice que hay “una Cristina Peri Rossi muy lírica, muy metafórica, otra muy analítica, otra irónica, otra muy sensual, otra metafísica y otra racional. Quiero expresarlas a todas, no a una sola”.
Pasaron muchos años, muchos más de lo debieron ser para que la obra de Cristina fuese editada nuevamente en su Uruguay del que tuvo que huir para seguir viviendo escribiendo.
“Escribo porque me muero, porque todo transcurre rápidamente, porque todo está condenado a desaparecer, y eso nos conmueve, nos pide a gritos residencia. Escribo porque estoy momentáneamente viva, en tránsito”.
Esa vida en tránsito la convirtió en una mujer caracol, con su casa en la escritura, que lleva a todos lados… “para los españoles soy barcelonesa, para los barceloneses soy uruguaya, y para los uruguayos soy española”.
El año pasado, en setiembre, en la apertura de la semana de la diversidad, la IM de Montevideo la nombró ciudadana ilustre de Montevideo, y Cristina mandó un video desde Barcelona en el que decía:
“La palabra Montevideo es una llave que abre las puertas de mi corazón. Desde que me fueron, hace 40 años, la llevo adherida a la suela de mis zapatos”.
En ese mismo acto recordamos que el gobierno de Uruguay no le reconoció sus años de exilio, y que no pudo por eso ampararse a la ley que desde 2006 otorga derechos de pensión y jubilación a quienes padecieron la persecución política y sindical de la dictadura.
No hay como los adeudos de quienes más queremos… son lo que más duelen, y los que aún cuando se reparan, en general es muy tarde.
Tenemos un tema importante y urgente para trabajar con los trabajadores de la cultura, porque su trabajo no son sólo bienes de consumo o entretenimiento, nos forman como comunidades, nos generan identidad. Lo que pasa, es que muchas veces nos identificamos mas con los éxitos que con las miserias que no logramos resolver.
A la Cristina del Cervantes, salud! a la Cristina que está lejos, perdón por nuestras miserias burocráticas y grises, esos espacios pegajosos donde el más lúcido sentido común no alcanza para una mínima acción de justicia obvia.
Eso habla de todo lo que nos queda por hacer.